REFLEXIONES

UNA de las mejoras más completas que se realizarán al final de este capítulo, en vista de la terminación muy diferente establecida para el pueblo de Dios y sus enemigos, puede resumirse en las palabras de nuestro Profeta: Di al justo, que le irá bien; ¡ay del impío, le irá mal!

¡Lector! echa un vistazo a ambos. He aquí, en la representación de Babilonia, la delicadeza, el esplendor, la pompa y el placer en el que se rebelaba durante un tiempo: pero he aquí, de nuevo, en un momento, en un día, ¡qué ruina siguió! Tal es, pero en un grado infinitamente mayor, el estado de todos los enemigos de Dios y de su Cristo. Como Jesús dijo a algunos en sus días, así en todas las épocas se pueden descubrir los mismos: Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y la obra de vuestro padre haréis.

Por el miserable salario del honor carnal, ¡cuán incansablemente trabajan en su servicio, visten su librea, hablan su idioma y promueven los intereses de su reino! ¿Y qué puede ser el final sino la muerte? Alma mía: no entres en su secreto: a su asamblea, honor mío, ¡no te unas!

¡He aquí el pueblo de Dios! ¡Cuán a menudo acosados ​​y oprimidos por sus enemigos! Y cuando, por el pecado y la rebelión, sus enemigos babilonios los someten, ¿cuánto gimen a veces, siendo apoyados: ¿quién hablará de sus conflictos internos con el pecado y Satanás, y un corazón incrédulo? ¿Quién describirá sus temores externos? En todo su estado de peregrinaje, ¡qué ejercicios experimentan de los muchos altibajos por los que pasan! Sin embargo, el Señor todavía los está trayendo y sacando adelante, y finalmente los hará más que vencedores, a través de su gracia ayudándolos.

¡Lector! sea ​​tu porción y la mía, ver que somos de esta familia de fe, porque entonces iremos de fortaleza en fortaleza, en medio de todos los conflictos babilónicos de nuestra guerra, hasta que lleguemos a comparecer ante nuestro Dios, nuestro Jesús, en su ¡Sión!

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