REFLEXIONES

¡LECTOR! Te encomiendo, ya que deseo sentir la impresión completa en mi propia mente, que el tema, así como el contenido, de este capítulo tan precioso, no sean descartados, antes que todas sus benditas verdades, bajo la enseñanza divina, sea ​​recibido y disfrutado adecuadamente en nuestras dos almas. Las transacciones solemnes aquí registradas, de lo que sucedió, entre nuestro Dios y Padre en Cristo Jesús, y nuestro bendito Señor, con respecto al recobro de nuestra pobre naturaleza perdida y caída, son, de hecho, la base y fundamento de toda gracia y misericordia. , que nos fue dado en Cristo Jesús antes de que el mundo comenzara.

Todo lo que recibimos en perdón, en la regeneración de nuestra naturaleza, nuestra adopción y suprema vocación en Cristo Jesús, nuestra seguridad de salvación en gracia aquí, y gloria por toda la eternidad; todos son el resultado de los compromisos del pacto, que registra este bendito Capítulo, y que tuvieron lugar entre las altas partes contratantes, antes de la caída del hombre, sí, antes de que se echara la base de la tierra.

Haga una pausa entonces y rastree el tema maravilloso a través de todas sus partes. He aquí a Dios Padre, en su amor por nuestra pobre naturaleza; quien nos amó tanto como para dar a su Hijo unigénito, para que todos los que creen en él no se pierdan, mas tengan vida eterna. He aquí a Dios el Hijo, que nos amó tanto que se entregó a sí mismo por nosotros. He aquí que Dios el Espíritu Santo testifica lo mismo al hacer que la Iglesia se familiarice con sus misericordias, y no solo revela las buenas nuevas de la salvación, sino que inclina el corazón de los niños a la fe en la verdad de Jesús y los hace dispuestos en el día de su poder.

¡Oh! ¡Qué eterna alabanza, amor y adoración tenemos ahora para ofrecer, y tendremos que presentar eternamente, al santo, indiviso, Tres en Uno, Jehová, por estas misericordias inefables de Dios en Cristo!

¡Lector! busquemos la gracia para recibir las benditas verdades contenidas en este Capítulo, para vivir a la altura de la fe y en el disfrute de ellas, durante toda nuestra permanencia en la tierra, hasta que lleguemos a darnos cuenta de la plena posesión de ellas en la gloria eterna. ¡Precioso Jesús! que te contemplemos como la totalidad del pacto. Todas las obligaciones de la misma han sido realizadas por ti; todas sus bendiciones son de ti; y todas las preocupaciones de ella, y de la felicidad de tu pueblo, te son confiadas.

¡Ayúdame entonces, oh Señor, a mirarte más en cada bendición, como el autor y procurador de ella! Hay más de ti en las misericordias más comunes, de lo que tu pueblo es consciente: tu muerte ha asegurado nuestra vida, tu cruz ha comprado nuestra corona. A él sea gloria en la Iglesia por todos los siglos, por los siglos de los siglos. Amén.

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