Si aceptamos esta promesa como en un grado mínimo refiriéndose a la construcción del segundo templo y la ciudad, después del regreso del pueblo de Babilonia, aún debemos mirar más allá de los días del evangelio, para observar su pleno cumplimiento: porque allí encontramos santidad en verdad para el Señor, en Jesús la cabeza gloriosa de su iglesia, así como la iglesia debe ser preservada en él para siempre.

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