No sé, lector, qué reflexiones despierta el Señor en tu mente mientras prosigue esta triste historia. Pero, ¿no hará que un hombre se ruborice de pertenecer a ella tal visión de la horrible crueldad de la mente humana? ¿Puede ser de la misma naturaleza, igualmente dispuesto a los mismos crímenes, sin restricciones por la gracia, en toda la raza caída de Adán? ¡Oh! ¡Cuán preciosa, cuando estamos bajo esta convicción, es la consideración de nuestro interés y relación con el segundo Adán, el Señor Jesucristo!

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