REFLEXIONES

¡Mi alma! buscar y tomar alivio de la triste relación de las cosas en este capítulo, en lo que sostiene de la corrupción general, sí, universal de los hombres y las cosas tanto del profeta, el sacerdote y el pueblo: a la vista de Él, que es en verdad el Santo, el Señor justicia nuestra. ¡Mirad! tu Dios y Padre ha dicho, que si se puede hallar a un hombre que busque la verdad y ejecute juicio, el Señor perdonará la iniquidad de su pueblo.

Ve, pues, alma mía, ve a tu Dios y Padre en Cristo Jesús, y dile que Jehová mismo lo encontró primero, y que tú también has encontrado a Uno, que es santo, inocente e inmaculado, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los dioses. ¡Cielos! Dile (porque tu Dios y Padre ama escuchar de Él y de su amado nombre) que él es todo esto y más, y no solo en sí mismo, sino también en todo su pueblo. Entonces aboga tanto por la justicia, la sangre y el sacrificio de Jesús, como el medio seguro de tu aceptación, como por la propia autoridad del Padre para nombrarlos: y esto será para hallar perdón; misericordia y paz en la rica salvación por Jesucristo. ¡Oh! la bienaventuranza de ser hallados en él, que es uno con nosotros, y que por nosotros fue hecho pecado y maldición, que no conoció pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Y mientras mi alma hallas alivio de los pecados y transgresiones, tanto dentro como fuera de ti, en tales visiones del Señor Jesús; ocúpate de que seas humillado hasta el polvo, bajo el sentimiento del llanto de los pecados de Sion a tu alrededor. ¡Seguramente, Sion nunca cayó más bajo que en la hora presente! ¡Nunca estuvo Sión en circunstancias más desoladas y languideces! ¡Oh! que el Señor tomaría para sí su gran nombre y poder, y saldría como un valiente, y despertaría los celos como un hombre de guerra.

¡Precioso Jesús! Tuya es la causa, tuya es la obra y tuya la gloria. ¡Oh! entonces, ve venciendo y para vencer, y vuelve el corazón del padre hacia los hijos, y los hijos hacia el padre: sí, que todo el pueblo te alabe, oh Señor, para que nunca visites con indignación, ni tomes venganza. de una nación como esta. Amén.

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