REFLEXIONES

¡LECTOR! cada parte de la palabra de Dios viene para apoyar las benditas pero solemnes profecías contenidas en este Capítulo; cuando el Señor venga para ser glorificado en sus santos, y admirado en todos los que creen, no vendrá menos para quitar de su reino todas las cosas que ofenden. Ese día arderá como un horno, cuando todos los soberbios, sí, todos los que hacen maldad serán como rastrojo, y consumirán raíz y rama. Pero para los redimidos, Jesús se levantará como el sol de justicia, con curación en sus alas.

Mi hermano no despierto, en nuestra naturaleza caída común (si acaso este Comentario entra en su observación), ¿me permitiría que le pregunte si alguna vez ha reflexionado debidamente sobre estas cosas? ¿Habéis pensado solemnemente, a la par de la importancia del tema, qué haréis o diréis cuando el Señor rugirá desde Sion y dará su voz desde Jerusalén? Si, en ese terrible día de Dios, los cielos y la tierra temblarán, ¿puede el pecador no regenerado y no perdonado esperar tener confianza? ¿No es importante preguntar por el camino de la seguridad y preguntar cómo escapar de la ira venidera? Si el justo con dificultad se salva, ¿dónde aparecerán el impío y el pecador?

¡Pueblo del Señor! Vosotros que sois seguidores de Jesús en la regeneración; tomad para vosotros las dulces promesas y los ricos consuelos de esta bendita escritura. Tu Jesús viene y vendrá a salvarte. Escuchen lo que él dice y tomen para ustedes todo el consuelo de ello. Usted. sabrá, dice Jesús, que yo soy el Señor vuestro Dios, que habito en Sion. Disfrutarás de su presencia, escucharás su voz, te sentarás con él en su trono.

Entonces Jerusalén será santa, y lo será para siempre. Entonces no pasarán más extraños. No habrá más cananeos en la tierra. Los restos de la corrupción que mora en nosotros ya no afligirán el alma; ni las tentaciones de Satanás, ni los perseguidores del mundo afligen. Jesús se habrá llevado todos los restos y habrá limpiado toda la sangre de su pueblo que no había sido purificado. ¡Y él será su gozo, su esperanza, su gloria, su porción para siempre! Amén.

¡Adiós Joel! siervo de nuestro Dios misericordioso! adiós hasta ese día bendito cuando tú y toda la herencia del Señor vengan a disfrutar del cumplimiento de tus profecías y disfruten de ellas para siempre. Gracias por tu ministerio, en las breves pero preciosas verdades del evangelio que tienes de tu maestro, el Señor Dios de los Profetas, que aquí nos ha dado. Es tu honor haber sido empleado así, mientras que la felicidad de la Iglesia es ser ministrada así.

Pero, bendito para siempre, bendito sea el Señor que te envió con su mensaje. ¡Precioso Jesús! dale tanto al que escribe como al que lee, gracia para mejorar con las labores de tu siervo; para que esa bienaventuranza esté en la suerte de ambos, que oyen y guardan las palabras de nuestro Dios, a medida que se acerca el tiempo de la realización. Amén.

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