La narración de los nombres de las ciudades de la suerte de Judá retoma todos estos versículos. Creo innecesario hacer alguna observación sobre ellos, salvo de esta forma general. El lector de discernimiento observará que mientras el historiador sagrado menciona un cierto número, la enumeración una por una, tal como leemos, no corresponde. Pero esta aparente diferencia se explicará fácilmente si solo suponemos lo que es muy probable; que algunos de ellos no son ciudades, sino aldeas o aldeas: y en esta época remota no podemos formarnos una opinión a qué pertenecía el título de ciudad o aldea.

Creo que es más importante llamar la atención del lector sobre una circunstancia que tal vez no le parezca tan inmediata y, sin embargo, en el momento en que la mencione, verá su naturaleza interesante. Quiero decir que, así como en la provincia de los dominios de Judá nació nuestro Señor en siglos posteriores, Belén fue el lugar más honrado del nacimiento de Jesús, pero aún no está enumerado en esta lista. ¿Fue porque Belén en ese momento no era una ciudad, o fue porque debería ser como el Redentor mismo, oscuro e inadvertido? ¡Queridísimo Señor! ¿Cómo, con tu glorioso ejemplo, avergüenzas todo lo que consideramos grande y excelente? El profeta de siglos pasados ​​cantó Belén sobre la base de Jesús, y luego señaló lo único que lo hacía excelente. Miqueas 5:2 .

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