REFLEXIONES

¡Mi alma! a la vista de los diversos límites de las tribus de Israel, levántate y contempla esas posesiones eternas que tu Jesús ha comprado para ti con su sangre. Y ¡oh! Ora para que los dulces oficios del Espíritu Santo se realicen en tu experiencia, que sean tuyos en un convenio eterno, que no puede romperse. Y mientras las hijas de la tribu de José demandan por su herencia terrenal, suplica tú que Jesús mismo sea tuyo, y entonces él traerá consigo todas las bendiciones temporales, espirituales y eternas.

¡Queridísimo Señor! mientras los hijos de José murmuran porque tienen una sola porción, ¡oh enséñame a no buscar más! Sé tú mi porción, Señor, y nunca, nunca desearé ninguna otra. En ti tengo bastante, y todos los carros del enemigo no desmayarán, porque en ti derrotaré a un ejército de hombres, y con la ayuda de mi Dios saltaré un muro.

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