REFLEXIONES

¡Mi alma! mientras contemplaba a los israelitas ocupados afanosamente, como los representa este Capítulo, levantando el tabernáculo en Silo; Deja volar tu meditación, y mira el verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. Mira, mira, contempla, míralo y contempla bien el glorioso edificio. Y cuando la totalidad de sus esplendores hayan pasado y vuelto a pasar en deliciosa revisión ante ti, mira dentro del templo sagrado, y contempla a Jesús, tu propio Jesús, el ministro Todopoderoso de este santuario, el mismo Siloh, a quien la reunión del pueblo será.

¡Oh! ¡Tú, querido Redentor, que gran Sumo Sacerdote de nuestro llamamiento! dame para escuchar esa voz que John escuchó, y para conocer mi interés personal en ella. ¡Mirad! el tabernáculo de Dios está con los hombres; y morará con ellos, y serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos, y será su Dios.

Mientras miraba la porción de Benjamín, recordaría lo que profetizó el hombre de Dios acerca de esta suerte. Lo llamó el amado del Señor. Profetizó que viviría seguro junto a él; que el Señor lo cubriera todo el día; y que moraría entre sus hombros. ¡Oh! por un interés en el mismo amor, las mismas garantías de seguridad, la misma cobertura omnipotente y la misma morada bajo el Dios de Jacob.

¡Queridísimo Jesús! hazme el objeto de tu amor, el objeto de tu cuidado, tu protección, tu seguridad. Testigos de mí, ángeles de luz, y sobre todo, Espíritu Santo de toda verdad, testificas a mi espíritu, que prefiero estas misericordias de mi Dios y Salvador, más allá de todas las riquezas de la tierra. ¡Oh! que yo sea hallado tan justificado en la sangre y la justicia de él, que es la Fianza y Defensa de su pueblo, que pueda ser como Benjamín, el amado del Señor; y como Juan, el discípulo a quien Jesús ama.

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