Tendremos una mejor comprensión de la grandeza de este milagro, si recordamos algunas de las circunstancias relacionadas con él. El Jordán, en este momento, se desbordó, de las montañas de hielo que descendieron del monte Líbano ahora se derritieron, y se habían vertido en el seno del Jordán. Si el Señor, por una helada repentina, hubiera congelado estas aguas, la misericordia habría sido la misma, y ​​su interposición la misma; sin embargo, el milagro no habría parecido tan sorprendente.

¿Con qué alta tensión han proclamado los escritores sagrados este glorioso acontecimiento? Ver Salmo 114:1 y Habacuc 3:8 .

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