Estas cosas les he dicho para que no se escandalicen. (2) Os echarán de las sinagogas; sí, viene la hora en que cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. (3) Y estas cosas os harán, porque no han conocido al Padre ni a mí. (4) Pero estas cosas les he dicho para que cuando llegue el momento, recuerden que les dije; y estas cosas les dije al principio, porque estaba con ustedes.

(5) Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? (6) Pero porque les he dicho estas cosas, la tristeza ha llenado su corazón. (7) Sin embargo, les digo la verdad; Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me marcho, os lo enviaré.

Ruego al lector que observe cómo Jesús insiste en la conveniencia de su partida, en la cuenta de la Iglesia. Es conveniente para ustedes que yo me vaya. De modo que el Señor no menciona en absoluto el gozo que tuvo ante él, al regresar a su Padre, ni la felicidad a la que se dirigía, al ser recibido por los fieles que se habían ido antes, que salían a felicitar al Rey por su toma posesión de su reino.

No escuchamos de ninguna de esas cosas en la despedida del Señor, pero todo lo que Jesús está hablando es sobre sus queridos hijos que estaba a punto de dejar atrás. Como si todo el corazón de Jesús fuera a dejar atrás. ¡Precioso Señor! ¡Oh! para que la gracia lo tenga siempre en memoria.

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