El título de este libro se extrae más bien del contenido general del mismo, que de cualquier otra razón; porque de hecho no hay título que le haya dado el Autor. La Iglesia Antigua solía llamarlo El Libro de Lamentaciones: y bajo la Nueva Dispensación hemos adoptado el mismo. No puede haber duda, pero que el profeta Jeremías fue el redactor; y por lo cual, en verdad, sigue invariablemente, en el orden de los libros de las Escrituras, sus profecías. Y la ocasión en la que el Profeta dio rienda suelta a los dolores de su corazón, en las desolaciones de Judá y Jerusalén, es una evidencia demasiado palpable sobre la razón por la que fueron escritas.

Las Lamentaciones están escritas en su mayor parte en el estilo de la poesía hebrea y, de acuerdo con ese estilo de escritura, están ordenadas alfabéticamente; es decir, cada verso que comienza con la letra está en el orden del alfabeto. Son muy bellas en cuanto a poesía, pero mucho más en cuanto a piedad; y sin duda tienen en muchas partes fuertes alusiones a Cristo; como pronto descubrirá el lector, enseñado por el Espíritu Santo.

Con respecto a su fecha, debe dejarse a la conjetura para determinar. Es más que probable que fueron escritos en diferentes períodos, ya que las calamidades de la nación dieron cabida a los dolorosos ejercicios del Profeta. Sólo detengo al lector, para agregar una oración al Espíritu Santo, que su gracia pueda acompañar nuestro examen de ellos, y hacerlos provechosos de una manera graciosa, para conducir a Cristo: que al rastrear las lamentaciones del pueblo de Dios, podamos Recordad siempre que en toda la aflicción de ellos él fue afligido, y el ángel de su presencia los salvó; en su amor y en su compasión los redimió, los dio a luz y los llevó todos los días de antaño.

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