REFLEXIONES

ALABAN al DIOS del pacto de todas nuestras misericordias, que cuando nuestra pobre naturaleza estaba leprosa, y más allá de todo el poder de recuperación por el arte y la invención humana; DIOS nuestro PADRE se compadeció de nuestra condición perdida y humilde, y envió a su HIJO para sanarnos de nuestra lepra. Alabado sea el misericordioso y misericordioso HIJO de DIOS, que al tomar nuestros pecados y cargar con nuestros dolores, nos ha abierto la liberación en su sangre. Y no menos podemos atribuir alabanzas al ESPÍRITU eterno, por cuya aplicación misericordiosa de los méritos y la justicia del Salvador, toda la lepra de nuestras almas es sanada.

¡Queridísimo y siempre bendito SEÑOR! que sea ahora mi felicidad, al ser sumergido, como el Pájaro viviente, en la sangre de los muertos, para montar en las alas de la fe y el amor para encontrarte, Señor de mis mejores afectos, en los cielos. Regocijándome en la liberación con que mi Dios y Salvador me hizo libre. ¡Oh! Que todo pensamiento, todo deseo, todo deseo de mi pobre corazón sea el holocausto, que mi sumo sacerdote me presentará ante DIOS el PADRE, en señal de mi vida renovada.

Y cuando le plazca a mi DIOS derribar por completo la casa terrenal de tu tabernáculo, en la que ahora habito, donde todavía aparecen las manchas y las impurezas de la lepra del pecado; ¡Oh, concédeme esa casa no hecha por manos, eterna en los cielos!

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