La misma ceremonia para el pueblo que para él implicaba la mancha universal de la corrupción; tanto en el sacerdote como en el pueblo. Es nada menos que la sangre de JESUCRISTO, que limpia de todo pecado. ¡Lector! medite una y otra vez en esa dulce escritura, que nunca puede ser impresa con demasiada fuerza en la mente; que tal sumo sacerdote nos convenía, santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores. Hebreos 7:26 .

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