REFLEXIONES

¡Mi alma! aprende de ahí tus nobles privilegios, en la contemplación de ese estado de gracia, al que eres llevado por la fe. ¡Oh! para que la fe, en pleno ejercicio, de la obra del ESPÍRITU en el corazón, viva enteramente en la plenitud de JESÚS. Y puesto que tú, SEÑOR, has prohibido con tantos preceptos todo lo que tiende a apartar el alma de ti mismo, SEÑOR, te ruego que pongas tu temor en mi corazón, para que no me aparte de ti.

Guárdame, bendito ESPÍRITU de la verdad, y condúceme a toda la verdad; Permíteme crucificar la carne con sus pasiones y concupiscencias, y puesto que el que me llamó es santo, que yo sea santo en toda conducta y piedad.

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