REFLEXIONES

EN la lectura de este Capítulo, buscando todavía la gracia para mantener mi ojo siempre fijo en él, que es el único verdadero y verdadero sacrificio por el pecado, y el fin de la ley, por justicia a todo aquel que cree; Desearía sentir también, el pleno sentido de la siniestra malignidad del pecado, como debe aparecer a los ojos de DIOS; cuya justicia no pudo remitir los efectos penales de la misma, con menos sacrificio que la sangre de su querido HIJO.

¡SEÑOR! guarda a tu siervo de pecados presuntuosos; y en las transacciones comunes, entre hombre y hombre, en la vida, que yo sea capacitado, como el de antaño, a quien el SEÑOR JESÚS convirtió, y llamó de las costumbres de este mundo, para ser su seguidor, en la regeneración; ¿Puedo decir: Si he hecho mal a algún hombre, lo devolveré cuadruplicado? Pero mientras hago restitución, con todo mi poder, que tenga la gracia de no buscar nunca la justificación por las obras de la ley, sino solo por la sangre y la justicia de DIOS mi Salvador.

¡Lector! no cerremos el Capítulo antes de que hayamos doblado la rodilla en alabanza y acción de gracias a nuestro bondadoso DIOS y PADRE en CRISTO JESÚS, por la maravillosa provisión que ha hecho tanto para los pecados de ignorancia como de presunción; y en verdad toda la masa del mal, por esa única ofrenda gloriosa del cuerpo de JESUCRISTO ofrecida una vez, por la cual Él ha perfeccionado para siempre a los santificados. ¡Precioso JESÚS! que todas nuestras almas te estén mirando eternamente y obteniendo de ti consuelo; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos redimiste para Dios.

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