REFLEXIONES

¡Lector! mientras participamos en los justos reproches de Israel, en su reino de sacerdotes, al contemplar su transgresión y sentir la nuestra; Busquemos alivio de la angustiosa contemplación, dirigiendo nuestra mirada hacia el Señor Jesús, nuestro pacto de paz y nuestra justicia totalmente suficiente. Escuche lo que Jehová, en esta parte bendita del Capítulo, dice de Él. Primero, el Señor Dios le da testimonio de que Él es el pacto del Señor.

En segundo lugar, que el Señor le dio al pueblo, con todas las bendiciones del pacto para Él. En tercer lugar, observe el gran testimonio de Jehová de su santidad personal y pureza, la ley de la verdad estaba en su boca. Y, por último, el éxito de su empresa; porque se dice que apartó a muchos de la iniquidad. ¡Pausa, lector! y piensa con sagrado éxtasis y gozo, en esas gloriosas credenciales para tu precioso Redentor y Mediador.

Vuélvete una vez más a tu Jesús, y míralo como Jehová te lo ha presentado, tu paz por la sangre de su cruz; y en su justicia contempla tu justicia en él. ¡Sí! ¡Bendito, misericordioso y santo Redentor! ¡Tú eres en verdad todo esto y más para tu pueblo! El pacto, en toda su suma y sustancia, eres tú. Estuviste presente en su invención: el fundamento, la esperanza y el fin de ella, en su cumplimiento; el Mensajero de ella a tu pueblo en la entrega de ella; el Administrador de todas sus bendiciones en su realización; y la fuente y el Guardián de toda su gracia aquí en esta vida, y la gloria de toda ella en la vida venidera. ¡Granizo! ¡Tú glorioso Pacto-Cabeza de tu cuerpo la Iglesia! la plenitud que lo llena todo en todo.

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