(27) Y volvieron a Jerusalén; y mientras él caminaba por el templo, se le acercaron los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos. (28) y dile: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad para hacer estas cosas? (29) Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y me responderé, y os diré con qué autoridad hago estas cosas.

(30) El bautismo de Juan, era que del cielo o de los hombres? respóndeme. (31) Y razonaban consigo mismos, diciendo: Si decimos: Del cielo; dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? (32) Pero si decimos: De los hombres; porque temían al pueblo, porque todos los hombres contaron a Juan que él era profeta. (33) Ellos respondieron y dijeron a Jesús: No sabemos; y Jesús, respondiendo, les dijo: Ni yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

Me inclino a pensar que esos enemigos jurados de CRISTO, de quienes se dice aquí que vinieron a JESÚS en el templo, exigiendo su autoridad, vinieron en un organismo público, a modo de confrontarlo; y como aquellos que fueron enviados por el Sanedrín con ese propósito, y decidieron silenciarlo y poner fin a su predicación. El SEÑOR Jesús había sacado a los compradores y vendedores del templo, y había sanado a los ciegos y cojos que venían a él con ese propósito en el templo; y ahora estaba enseñando a la gente mientras caminaba por el templo, como era costumbre en aquellos días entre un grupo de filósofos, que caminaban con los alumnos mientras les enseñaban.

Que el lector se imagine al SEÑOR JESÚS así atacado, y observe la sabiduría del SEÑOR en su respuesta. Al dirigir no solo las mentes de sus enemigos al tema del ministerio de Juan, sino también a aquellos a quienes predicaba su Evangelio, el Señor tomó el método más eficaz para derribar su oposición y establecer su misión. No se atrevieron a admitir que el ministerio de Juan fuera un nombramiento divino; porque al hacerlo, hubieran reconocido a CRISTO, porque toda la oficina de Juan apuntaba a CRISTO.

Y lo más probable es que la congregación a la que Jesús predicaba entonces hubiera estado entre los discípulos de Juan; de modo que haber negado la misión de John hubiera sido peligroso. El miserable estado al que fueron reducidos, por lo tanto, al confesar su ignorancia, sirve para mostrar el terrible engaño en el que se encontraban esos hombres. Y Lector, cuando recordamos que esta transacción tuvo lugar sólo unos días antes de la muerte de CRISTO, el asunto se vuelve aún más terrible con respecto a ellos; porque aunque callados e incapaces de responder a CRISTO, se apartaron de él sólo con un odio más decidido para buscar su muerte inmediata.

¡Lector! Usted y yo habremos leído este relato con muy poco provecho, si no nos enseña a qué estado desesperado es capaz de endurecerse el corazón del hombre; ¡y al mismo tiempo la misericordia distintiva de DIOS en cada caso donde se da la gracia de creer el testimonio que DIOS ha dado de su amado HIJO! 1 Juan 5:10 .

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