REFLEXIONES

¡LECTOR! se nos sugiere una dulce mejora en este solemne ayuno del antiguo pueblo de Dios, que haremos bien en observar, porque será para convertir sus aflicciones en fuente de nuestro gozo. Me refiero al sentido que tenían de la larga serie de bendiciones que les habían sido mostradas a ellos y a sus padres, y su triste uso y abuso de ellos. ¿Y Israel fue singular en esto? ¿No podemos tú y yo con justicia tomar el mismo idioma? ¿No han sido marcadas nuestras vidas por la misericordia? Nuestros padres y sus padres a través de todas las generaciones pasadas; qué dicen las historias de todos, sino la misma verdad solemne; La gracia de Dios y la indignidad del hombre.

De ahí que el salmista, después de una larga y hermosa recapitulación del amor y la bondad divinos, como se manifiesta en la historia de Israel, hace esta encantadora observación; El sabio meditará sobre estas cosas; y comprenderán la misericordia del Señor. ¡Y lector! si reflexionamos sobre estas cosas en lo que respecta a nuestra propia historia privada, si dependemos de ello, como Israel, descubriremos las muestras de la gracia de Dios a lo largo del camino de la vida que hemos recorrido; y sus perdones y bendiciones en medio de toda nuestra ingratitud, rebelión y pecado.

Pero cuando la mente está oprimida y abrumada por tal sentido de apartarse y apartarse del Señor Dios de nuestros padres, ¡qué alivio se proporciona al contemplar el amor del pacto de Dios en la persona y obra del Señor Jesucristo! ¿Cuán infinitamente precioso para cada pobre pecador se vuelve entonces la visión de Jesús y su salvación consumada? Cuán delicioso es refugiarse en Jesús cuando bajo un sentido consciente de que no soy más que pecado, él es el Señor mi justicia; y él es hecho por Dios para todo su pueblo sabiduría y justicia, santificación y redención.

¡Oh! precioso Redentor! a ti vengo; en ti mi alma encuentra confianza. Tu sangre y tu justicia abogan más por la salvación de tu pueblo que todas sus transgresiones impugnan contra él. Aquí, pues, deseo, como los príncipes, los levitas y los sacerdotes de la congregación, renovar el pacto en ti, porque tú eres la totalidad de él, y poner mi sello de que Dios es verdadero.

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