REFLEXIONES

¡Oh! ¡Tú, Aarón Todopoderoso de nuestra profesión evangélica, querido JESÚS! que en verdad has llevado en tu precioso cuerpo sobre el madero la carga de los pecados y de las cosas más santas de tu pueblo. En lo que leí en este capítulo de Aarón y sus hijos, contemplo a tu persona sin igual representada. Eres tú, y solo tú, quien ha soportado la terrible presión del pecado y la transgresión. A ti solo es a quien el SEÑOR JEHOVÁ pudo decir: Tú llevarás la iniquidad del santuario y la iniquidad del sacerdocio, porque ni la sangre de toros ni de machos cabríos podía quitar el pecado; entonces el Salvador gritó: ¡He aquí! Yo voy.

¡Oh! soporta aún por mí y por todos tus siervos nuestros pecados y dolores; lleva tú, SEÑOR, el cuidado de todas tus iglesias; lleva nuestros nombres en tu brazo y en tu corazón, cuando entres delante del propiciatorio; y cuando hayas llevado a todo tu pueblo con seguridad a través de toda tentación, llévalos a casa a tu trono de gloria, para que donde tú estés, ellos también estén. Amén.

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