REFLEXIONES

Haz una pausa, alma mía, ahora de nuevo en este capítulo al final del mismo, y mientras repasa tranquilamente las tristes consecuencias de un estado caído, busca la gracia que te mantenga alejada de las estratagemas de Satanás y todos sus agentes, no sea que caen tras el mismo ejemplo de incredulidad. Yo convertiría el relato del apóstol de esta triste historia en una oración, y diría: Señor, conceda que no codicie las cosas malas como ellos codiciaron, ni cometa fornicación como algunos de ellos cometieron; pero concede a Dios misericordioso que, en medio de toda la variedad de tentaciones que acosan mi alma en este desierto, se me abra un camino para escapar, para poder soportarlo.

Y mientras contemplo el celo de Finees, quien en medio de la corrupción general fue hallado fiel a su DIOS, ¡oh! Que nunca te olvide, gran Sumo Sacerdote de una mejor dispensación establecida sobre mejores promesas. ¡Queridísimo JESÚS! eres tú, cuyo ardiente amor por la gloria de tu PADRE y el bienestar de tu pueblo te hizo descender del cielo; y en la destrucción del pecado, destruiste las obras del diablo. Sé mi sacerdote eterno, gran Melquisedec, y que pueda encontrar en ti toda la gracia, la misericordia y el amor del PADRE, manifestados en tu sacerdocio eterno.

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