Ruego al lector que tome nota conmigo de las verdaderas marcas de gracia en las personas aquí mencionadas; porque sintieron la desventaja bajo la cual trabajaron, al ser apartados de la ordenanza, y se quejaron de ella como su aflicción. Cuando el SEÑOR en su providencia, por enfermedad en nosotros mismos o muerte en otros, se agrada de encerrar a su pueblo para que no suba a la casa de oración; es una preciosa señal de gracia, y gracia en vivo ejercicio, cuando nuestra alma anhela y desfallece, como la de David, por los atrios de la casa del SEÑOR.

Ver Salmo 84:1 ; Salmo 42:1 , etc.

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