Hijo mío, sé sabio y alegra mi corazón, para que pueda responder al que me afrenta. El hombre prudente ve el mal y se esconde; pero los simples pasan y son castigados. Toma su manto que es fianza para un extraño, y toma prenda de él por una mujer extraña. El que bendice a su amigo a gran voz, levantándose de mañana, le será contado maldición. Una caída continua en un día muy lluvioso y una mujer contenciosa son iguales.

Cualquiera que la esconde, esconde el viento y el ungüento de su mano derecha, que se engaña a sí misma. Hierro afila hierro; así el hombre afila el rostro de su amigo. El que guarda la higuera, de su fruto comerá; y el que espera a su señor será honrado. Como en el agua la cara responde a la cara, así el corazón de hombre a hombre. El infierno y la destrucción nunca están completos; por eso los ojos del hombre nunca se sacian.

Como crisol de plata y horno de oro; así es un hombre para su alabanza. Aunque rebuznes al necio en un mortero entre trigo con un mortero, no se apartará de él su necedad. Sé diligente en conocer el estado de tus rebaños y cuida tus rebaños. Porque las riquezas no son para siempre: ¿y la corona perdurará por todas las generaciones? Aparece el heno, se muestra la hierba tierna, y se recogen las hierbas de los montes.

Los corderos son para tu vestido, y las cabras son el precio del campo. Y tendrás suficiente leche de cabra para tu comida, para la comida de tu casa y para el sustento de tus doncellas.

Hay muchas cosas encantadoras de las que se habla en estos versículos y que, si se explican según los principios del Evangelio, tienen una tendencia a la gracia. Pero será mejor para el lector que el Espíritu Santo los abra a su entendimiento, cuya enseñanza infalible lo protegerá de la posibilidad de error. Jesús ha dicho acerca de él que lo guiará a toda la verdad; y él tomará las cosas de Jesús y las mostrará a su pueblo. Juan 16:13 .

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