Ciertamente soy más brutal que cualquier hombre, y no tengo la inteligencia de un hombre. No aprendí sabiduría ni tengo conocimiento de lo santo.

Ciertamente, estos versículos contienen lo que bien podría suponerse que forma el credo de alguien enseñado por Dios. Empieza su discurso de la mejor manera, negando todo conocimiento de sí mismo y toda justicia propia. Hasta ahora podemos concluir con seguridad, que si el escritor está a punto de hablar sobre Cristo, su prefacio es bastante acertado.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad