REFLEXIONES

¡Bendito Señor Jesús! Deseo adorarte, por haber agregado a todos tus siervos los Profetas en sus testimonios acerca de ti, esta encantadora porción de Agur. De hecho, oh Señor, no puedo dejar de aceptar lo que él dice aquí, como refiriéndose a ti. Porque, ¿quién es el Ithiel de la Escritura, sino JESÚS? ¿Y quién es el Ucal de su pueblo, sino él, el Señor, justicia nuestra, poderoso para salvar? Bien puedo encontrar interés en las palabras de Agur; porque puedo decir verdaderamente con él, refiriéndome a la naturaleza, desprovisto de tu enseñanza divina; Soy más brutal que cualquier hombre y no tengo la inteligencia de un hombre.

Y si no me hubieras dado a conocer a ti mismo por la enseñanza de tu bendito Espíritu, hubiera estado preguntando eternamente, sin obtener respuesta: cuál es el nombre de Jehová; y cual es el nombre de Jesus? Pero ahora, Señor, por tu gracia que me impide, te conozco y deseo amarte, vivir para ti y regocijarme en ti. Y por el olor de tus buenos ungüentos, tu nombre es como ungüento derramado. Los que conocen tu nombre, confiarán en ti.

Instructor incomparable! que todas las divinas parábolas de tu palabra me sean abiertas y explicadas por ti mismo. Que pueda ver en ellos, ya través de ellos, a Cristo Jesús; y luego en Él encontraré todo lo que necesito. Y, sin embargo, para los que no despiertan, pueden permanecer como una visión sellada; sin embargo, si tú, Señor, me abres los ojos, veré las maravillas de tu ley.

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