Porque miré por la ventana de mi casa por mi ventana, y vi entre los simples, distinguí entre los jóvenes, a un joven falto de entendimiento, que pasaba por la calle cerca de su esquina; y se fue de camino a su casa, en el crepúsculo, al atardecer, en la noche oscura y oscura. Y he aquí, le salió al encuentro una mujer con atuendo de ramera, y sutil de corazón. (Es ruidosa y terca; sus pies no se detienen en su casa: ahora está afuera, ahora en las calles, y acecha en cada esquina.

Entonces ella lo agarró y lo besó, y con rostro insolente le dijo: Tengo ofrendas de paz conmigo; hoy he cumplido mis votos. Por tanto, he salido a encontrarte, a buscar diligentemente tu rostro, y te he encontrado. He adornado mi cama con tapices, con trabajos tallados, con lino fino de Egipto. He perfumado mi cama con mirra, áloe y canela. Ven, embriaguémonos de amor hasta la mañana: consolámonos con amores.

Porque el buen hombre no está en casa, se ha ido para un largo viaje: se ha llevado una bolsa de dinero y volverá a casa en el día señalado. Con su discurso tan justo hizo que él se rindiera, con el halago de sus labios lo obligó. Él la sigue en seguida, como el buey va al matadero, o como el necio a la corrección del cepo; Hasta que un dardo le atraviese el hígado; como pájaro que se apresura a la trampa, y no sabe que es por su vida.

¿Quién puede leer este relato y recordar las innumerables escenas de una naturaleza similar que suceden todos los días en cada pueblo, ciudad y quizás incluso aldea del mundo entero, en las diferentes transacciones del pecado y la inmundicia, pero debe sentir afectado. Quien, que sabe en sí mismo lo que es la naturaleza caída, o contempla en otros los espantosos casos del engaño del corazón humano, debe temblar.

Y quien concibe la masa de tales perpetraciones de maldad que continuamente se presenta ante Dios, pero debe ser humillado hasta el mismo polvo de la tierra en la conciencia de la depravación universal. ¡Pobre de mí! qué es el hombre en sus más altos logros. Pero, ¿no se señala aquí, además del rasgo particular del pecado en la inmundicia, no hay un tema espiritual abierto a nuestra meditación en relación con nuestra naturaleza entera que se aparta de Cristo nuestro esposo? Jesús se ha ido por un poco de tiempo y el buen hombre regresará a la hora señalada.

Pero mientras el esposo se demora, todos dormimos y dormimos. ¡Oh! Señor, guarda las almas de tus redimidos en la hora y del poder de la tentación. No salgamos como lo hizo la hija de Jacob a ver a las hijas de la tierra, para buscar el peligro y luego caer por él; pero haznos castos guardianes en casa, y viviendo de Jesús. ( Génesis 34:1 ; Mateo 25:5 )

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