REFLEXIONES

¡Mi alma! ¿Puedes decir: Amo al Señor? ¡Sí! si has visto su hermosura, su hermosura, su amor por ti y su consideración por ti, y que tienes interés en él. ¡Deténgase sobre el pensamiento interesante! ¿Has visto a Dios en Cristo, escuchando tus oraciones, concediendo tu petición y dándote fuerza y ​​confianza en su salvación? ¿Has visto su idoneidad como Salvador, para no solo descubrir excelencias trascendentes en Jesús, sino todas esas excelencias y perfecciones comprometidas para ti y para tu salvación? Y di, alma mía, ¿has visto a Cristo para que se convierta en tu reposo? ¿Y has vuelto a él de todas las distracciones e inquietudes de este desierto desolado y aullante? Si estas son tus experiencias, y estás convencido de que el Señor Jesús te ha librado de la muerte, tus ojos de las lágrimas, y tus pies caen al frente; entonces recibirás la copa de la salvación e invocarás el nombre del Señor.

¡Precioso Jesús! ¡Tú, autor todopoderoso y consumador de toda nuestra felicidad! sé tú para mí todo lo que necesito, todo lo que deseo, todo lo que quiero! Tú eres en verdad el resto, el único descanso, para las almas cansadas y enfermas de pecado. Tu sangre es la única fuente para limpiar. Tu justicia es el único manto para vestir. Tu persona es la única fuente de felicidad, por gracia aquí, y gloria por toda la eternidad. Vuelve, pues, vuelve a tu reposo, alma mía; porque el Señor ha obrado bien contigo.

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