REFLEXIONES

¡Oh! para que la fe mire a Jesús como los que miran al mundo, que viven de sus sonrisas. ¡Mi alma! ¿Tenías la mitad de la preocupación por complacer a tu Maestro celestial, como los siervos fieles del mundo hacen con sus señores terrenales? ¡Qué bendiciones, incluso de la fuente de la felicidad, vivirías y disfrutarías diariamente! ¿Cómo herirá el ceño de un amo bondadoso a un siervo amoroso? y cómo una sonrisa alegrará y alegrará su corazón.

¿Y hay un maestro tan bondadoso, tan amoroso, tan bondadoso, tan abundante en bondad como Jesús? Y, sin embargo, cuán poco vives para su gloria; ¡Cuán poco están tus ojos dirigidos a su alabanza, o esperando su favor!

¡Bendito Jesús! Bendito sea este dulce Salmo para mi lectura. De ahora en adelante, Señor, permíteme aprender a imitar la solicitud y el afecto de los siervos terrenales, que son más fervientes en complacer al prójimo que yo en buscar tu favor, que es mejor que la vida misma. ¡Oh! tú que moras en los cielos, haz que mi alma se eleve a ti. Atraeme, Señor, para que pueda correr tras de ti. Y que los ejercicios de todo lo que encuentro aquí abajo, sean santificados para hacer querer a Jesús en mi corazón; para que mientras los amos y las amas de los siervos terrenales reciban el respeto y el homenaje de quienes los sirven, mi alma pueda clamar: Señor, en verdad soy tu siervo; Yo soy tu siervo, e hijo de tu sierva; has desatado mis ataduras.

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