Vea cómo se cambia la nota. ¡Sí! cuando un alma está así capacitada para actuar con fe en Jesús y las promesas divinas en él, pronto habrá motivo para alabar y cantar en voz alta acerca de la fidelidad y la generosidad de Dios. Pero no dejes, lector, de observar conmigo cuál es la alegría del alma aquí. No es que sus marcos estuvieran alterados; no es que su corazón se agrandara; no es que se introdujera más luz en su alma: estas cosas las tenía, y todas eran preciosas; pero estos fueron los efectos y no la causa de su alegría.

¡No! lea el versículo de nuevo y verá que su corazón se regocijó en la salvación de Dios y la misericordia de Dios. ¿Y qué es esto sino Jesús, el precioso Jesús, que todo lo satisface y que reconforta el alma? Le ruego, lector, que anote como un asunto de gran importancia para cada ocasión de los ejercicios del alma, que es Jesús, y no nuestros marcos o sentimientos, la causa de toda alegría real. Cuando ponemos los efectos por la causa y magnificamos el fruto de la fe en lugar del glorioso objeto de la fe; colocamos nuestra comodidad donde no está.

De modo que cuando nuestros marcos se alteren, como lo harán pronto, ¿dónde está entonces nuestra alegría? Pero si lo colocamos en Jesús, y lo tenemos en Jesús; aquí siempre podemos encontrarlo, en cada día lluvioso, oscuro o sombrío que sigue.

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