REFLEXIONES

¡LECTOR! Al seguir los dulces pasos de los ejercicios del alma que están marcados en este Salmo, mientras Dios el Espíritu Santo es nuestro Guía, ¡qué hermoso es mirar a Jesús como si hubiera ido antes! ¡Sí! ¡Tú, Santo de Dios! ¡Qué dolor, qué prueba, qué angustia o angustia de espíritu puede ser llamado a cualquiera de tus redimidos, donde tu ejemplo brillante y bendito no presenta preciosos puntos de vista para consolar, así como senderos de gracia a seguir!

¡Oh Señor! Concédete santificar todo compromiso para nuestro avance en un mayor conocimiento de ti y de que seamos conformados contigo en todas las cosas. Y cuando, Señor, en tiempos oscuros, el enemigo venga como un diluvio, oh, deja que tu bendito Espíritu te levante a nuestra vista, como estandarte contra él. Y ¡oh! nuestro Dios misericordioso! que te plazca conceder, que cuando, desde la oscuridad de nuestra mente, no podamos ver tus bellezas tan claras como en otras ocasiones, ni nuestro propio interés personal en ti; entonces, bendito Jesús, que tengamos todavía la gracia de confiar en ti.

Si no podemos cantar el canto del triunfo, aún así, no toquemos el arpa sobre el sauce, sino que clamemos detrás de ti. Dejemos aún que la fe tenga su obra perfecta: y que aventuremos todo sobre ti, en medio de toda la oscuridad alrededor, o la oscuridad interior. ¡Sí! precioso Jesús, si me concedes fe para confiar en ti, creer en ti, colgar de ti y entregarlo todo en tus benditas manos, bajo todo el vacío y la esterilidad de nuestros corazones; la fe, actuando así todas sus obras sobre ti, encontrará finalmente fuerza, luz y vida en ti y en ti; y así nuestra tristeza se convertirá en gozo, y nos uniremos en el mismo cántico, como el salmista ha registrado aquí, y cantaremos al Señor, porque nos ha obrado generosamente.

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