REFLEXIONES

¡Bendito Señor Jesús! siempre que pensemos en la humildad, ¿a quién buscaremos la ilustración más brillante de ella, sino a ti? ¡Aquí, Señor, como en todas las cosas excelentes, tú también tienes la preeminencia! Imparte a mi alma grandes porciones de esta gracia, te lo suplico, oh Señor; y sea en mí la misma mente que también en ti. Y las porciones más grandes que me des de esta gracia, obrarán en mí vistas más exaltadas de tu gloria.

Permíteme pensar a menudo en tu humillación, al tomar primero nuestra naturaleza, y luego en tu humillación al mirarme, visitarme y formarte en mi corazón, la esperanza de gloria. ¡Oh! por la gracia de mirar así a Jesús hasta que cada facultad de mi alma sea humillada hasta el polvo ante ti, y cada poder de mi corazón salga en alabanza a ti, el Dios de mi salvación.

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