REFLEXIONES

¡Mi alma! aprenda una lección este día de David; y mirando a Dios el Espíritu para que te capacite para llevar a la práctica lo que has aprendido, determina de ahora en adelante a alabar a tu Dios y Salvador en la presencia de todos los hombres. Haz que sea tu práctica uniforme no saber nada entre los hombres, salvo a Jesucristo y a él crucificado. Que todo el mundo sepa de quién eres y a quién perteneces el polvo. No te avergüences de que se diga: Jesús te compró con su sangre; sino glorifícalo en tu cuerpo y en tu espíritu, que son suyos.

Y, oh bendito Salvador, dame la misma confianza que tuvo tu siervo David. ¿Por qué los santos del Antiguo Testamento, que vieron tu día muy lejos, han vivido más por fe en ti que los creyentes del Nuevo Testamento, que han visto completada tu obra de redención? Que me ruborice si su fe excede la mía. ¡Y! ¡Tú santo Padre! ¿Te ha agradado engrandecer tu Palabra sobre todo tu nombre? hazme entonces, por las dulces influencias de tu Santo Espíritu, glorificarte en Jesús sobre todo.

¡Oh! por la gracia de tener tales puntos de vista de Jesús como el Padre ha establecido en su santa palabra; y así vivir en Jesús, y confiar en Jesús, para que con el apóstol pueda cantar diariamente el cántico de santa confianza y gozo; clamando: Ahora gracias a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo.

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