Ruego llamar la atención del lector sobre una idea adecuada sobre el tema de la danza, a partir de lo que aquí se dice de ella, y observar que incluso a partir de ahí, si no hubiera otros pasajes en la palabra de Dios al respecto, un momento El recuerdo podría convencerlo de que nunca podría destetar esa frívola, pueril y (si consideramos su tendencia) no podemos agregar, con demasiada frecuencia la costumbre pecaminosa, usada en los tiempos modernos.

Alabar el nombre de Dios en la danza, como lo expresa este Salmo, conlleva algo solemne, grave y lleno de devoción. Así salió Miriam para guiar a las mujeres israelitas en la danza, después de la destrucción de Faraón en el Mar Rojo; y las palabras de la canción que acompañaron a esa danza prueban de manera más decidida, que nada de naturaleza lasciva o insignificante podría mezclarse en esa solemnidad: Cantad al Señor (dice Miriam) porque ha triunfado gloriosamente; el caballo y su jinete arrojó al mar, Éxodo 15:21 .

Ahora deje que el lector se detenga y se pregunte si la danza registrada en las Escrituras era en lo más mínimo similar a la danza de los tiempos modernos. ¿Podría alguno de los personajes frívolos de la actualidad, entre nuestros hombres y mujeres, o los niños pequeños de ambos sexos, mientras (para usar el lenguaje del profeta, con el cuello extendido y los ojos lascivos, caminando y pellizcando a su paso? ) lo tropiezan en el baile; ¿Se podría suponer que dijeran: Cantad al Señor, porque lo ha hecho gloriosamente? Y si tal lenguaje no concuerda con sus vanos trabajos, ¿no debemos buscar un significado mejor y más elevado en la danza a la que se refieren las Escrituras? Isaías 3:16 .

Se ha supuesto, y la idea no está del todo desprovista de propiedad, que la danza de la Escritura era una imitación de los cuerpos celestes, en la revolución de los planetas. Porque cuando consideramos que, desde los tiempos más remotos, el estudio de la astronomía se convirtió no sólo en una ciencia favorita, sino en una de las más útiles para guiar al viajero, parece haber una razón no menor por la que no se suponga que las mentes piadosas y devotas adoptar algún plan de ejercicio, que se llama danza, para expresar santo, gozo y agradecimiento al Señor, en cualquier ocasión notable, en sus solemnidades; y mientras canta para alabanza del Señor, intente imitar esas obras del Señor, en las que las estrellas fijas realizan su orden y movimiento regulares.

No pretendo decir que así fue; pero me atrevo a creer que, ya sea que la idea nos sea fundamentada con certeza o no, la danza de las Escrituras era tan ajena a la danza así llamada de nuestros días, como la luz se opone a las tinieblas. Y no puedo dejar de recomendar encarecidamente a los padres de la nueva generación que rechacen la práctica inversa de toda piedad, como es la danza, y que más bien permitan que sus hijos aprendan a doblar la rodilla ante Dios.

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