El lenguaje es incompetente para describir todas las cosas preciosas contenidas en estos versículos. ¡Cuán grande es la gloria del Mediador en la salvación así planeada y ejecutada por Jehová! ¡Cuán grande es su propia bienaventuranza! ¡Cuán inconcebible el disfrute mutuo de las gloriosas personas de la Deidad entre sí! Primero debemos estar capacitados para comprender qué tipo de gozo es ese, que la mente infinita de Jehová es capaz de recibir, antes de que podamos describirlo.

Y como en la más alta perfección de nuestra naturaleza, incluso en la gloria, nunca podemos llegar a esto, porque pertenece solo a las perfecciones incomunicables de la Deidad, es evidente que nunca podremos concebir en el tiempo, en lo que consiste, mucho menos hablemos de ello. De modo que todos los intentos de ampliar estos versículos son infructuosos. Y de hecho, en su propio lenguaje puro e inalterado, transmiten más que cuando se les hace la menor adición.

El margen de algunas de nuestras Biblias antiguas hace una pequeña variedad en la frase: Tú lo has hecho para ser bendecido para siempre; y lo lee: Lo has puesto para bendición para siempre; insinuando, de manera dulce, que lo que Jesús, como Mediador, es en sí mismo, lo es para su pueblo. Nadie más que Jesús puede decirse que sea bienaventurado en sí mismo: pero, como Cabeza de su pueblo, y por su unión con él, él es lo que es, una bendición y una bendición eterna para todos ellos.

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