Aquí hay un llamado de un alma despierta a otra, no, a todo el pueblo de Dios, a toda la iglesia de los gentiles también, que aún deben ser llamados a regocijarse en la salvación de Cristo. El aplauso de las manos implica quizás no meramente una muestra externa de deleite interno; pero significa que se dé toda demostración, tanto de alma como de cuerpo, de la causa gloriosa de santo triunfo que hay en la conciencia de nuestro Salvador resucitado, ascendido y triunfante.

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