REFLEXIONES

¡MIRA, alma mía, cómo se ejercitó Jesús en los días de su carne! He aquí el Cordero de Dios preocupado por los perros de la matanza, cuando los valientes se juntaron contra él, y cuando, aunque no por su transgresión ni por su pecado, el enemigo se aprovechó de él. ¡Precioso Señor! Si tus enemigos eructaban sus calumnias, con espadas en los labios, contra ti, santo, inocente e inmaculado: si llamaran Beelzebú al dueño de la casa, bien se esperaría que se burlaran de la casa.

¡Pero tú no serás el Dios de mi misericordia, querido Señor, y me evitarás! ¡Ciertamente, Señor, lo has hecho! Toda tu gracia vivificante, tu gracia renovadora, tu gracia regeneradora, gracia convertidora; todos, todos están entre las misericordias preventivas de tu amor. Fue tu misericordia preventiva la que me llamó, cuando yo no pensaba en ti; fue tu misericordia preventiva la que me salvó hasta el día de mi llamamiento; y ha sido tu misericordia preventiva la que desde entonces me ha impedido caer.

En todas estas y mil misericordias desconocidas e inadvertidas, tú has sido el Dios de mi misericordia, mi Jesús, mi Santo, mi Redentor; y estarás tan quieto. ¡Oh! entonces, por gracia para confiar en ti, permanecer en ti y vivir para ti y para tu gloria, para que el que es el Dios de mi misericordia, mi vida y mi salvación aquí, sea mi porción eterna y mi felicidad, y gloria por toda la eternidad. ¡Salve, pues, misericordioso y bendito Señor Dios! Cantaré de tu poder, sí, cantaré en voz alta de tu misericordia: un Dios en Cristo es mi canción, y mis notas más fuertes son demasiado suaves y demasiado débiles para pronunciar tu alabanza.

¡Precioso Jesús! No permitas que ninguna aflicción, ninguna prueba, ningún evento detenga mi canto, o me haga colgar mi arpa en el sauce, porque nada puede ser suficiente para hacerlo, o debería hacerlo, una vez que tus redimidos hayan aprendido el canto de Moisés y el Cordero. Sí, Señor, ayúdame a seguir regocijándome cantando a Jesús y su amor, a Jesús y su gracia redentora, su sangre y salvación. En estos sublimes himnos de alabanza estaría empleada mi alma todos los días y todo el día, e incluso en la muerte la última nota no cesaría hasta que la primera nota hubiera comenzado con gloria en medio de esa multitud, donde me encontraré en medio, rodeando el trono cantando para siempre alabanzas a Dios y al Cordero, Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir poder, riquezas, sabiduría, fortaleza, honra, gloria y bendición;

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