Cuán hermoso es contemplar, incluso desde los días de los patriarcas, el cuidado y la atención con que los padres transmitieron el testimonio que habían recibido acerca de la simiente prometida. Por lo tanto, encontramos a Abraham diciéndole a Isaac, e Isaac a Jacob, y a Jacob, al morir, ofreciendo a sus hijos la bendición de la redención de Cristo, sobre la cual habían vivido sus propias almas y con la que estaban más familiarizados.

Génesis 50:24 ; Génesis 50:24 .

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