REFLEXIONES

¡LECTOR! No deje de observar, al leer este breve pero dulce Salmo, cómo se ha ejercido la Iglesia de época en época, y qué correspondencia hay, y siempre ha existido, entre los fieles en su experiencia a lo largo de todo el camino. ¡Sí! bendito Jesús! Los ejercicios de tu pueblo están entre la heredad terrena de la que nacieron y de la cual tú los engendraste: estas son las manchas de los hijos de Dios; las marcas de su filiación. ¡Oh! por la gracia de descubrir, mediante estos certificados, a quién pertenecemos.

¡Lector! asegúrate de que tus clamores de liberación se fundan en la misma súplica: todo está en Jesús, la herencia de sus redimidos, la porción de sus escogidos. Cada oración está dirigida al Dios de salvación, y cada petición de misericordia se basa en el pacto-misericordia de Dios, como lo está en Jesús. Y ¡oh! para que la fe dependa de la fidelidad del pacto, mientras suplica la gracia del pacto y las promesas del pacto. ¡Sí! bendito Redentor! todo está fundado en tu justicia eterna, y en la eficacia eterna de tu sangre; en virtud de lo cual el nombre y la fidelidad de Jehová se comprometen a su pueblo, y su redención está asegurada para siempre. ¡Granizo! Señor todopoderoso! juraste una vez por tu santidad, no mentirás a David.

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