REFLEXIONES

¡LECTOR! Si la iglesia de antaño, con referencia a Cristo, como el que había de venir como Pastor de Israel, le rogaba así que resplandeciera y se mostrara entre los querubines, bien que tú y yo miremos a Jesús ahora, el cual no solo vino y condujo su redil, y fue delante de ellos, sino que, como el buen Pastor, dio su vida por sus ovejas. Si se habla de la liberación de la iglesia de Egipto con tanta alabanza, y Jesús, a quien entonces solo se miraba a través del tipo y la figura, era tan querido por la gente, seguramente los creyentes ahora deberían contemplar a Cristo en todo y disfrutarlo en todo.

Por tanto, lector, miremos a Dios el Espíritu Santo, el Glorificador de Cristo Jesús, y roguemos de él que nos conceda la gracia de hacer estas dos mejoras más especiales de este salmo tan precioso: Primero, tener acciones más frecuentes y animadas de fe en la persona de Cristo; y, en segundo lugar, mejorar esos actos de fe sobre su Persona, manteniendo una constante comunión y compañerismo con él.

¡Sí, gran Pastor de Israel, porque quisiera llamarte, bendito Jesús, por ese nombre, me das a diario y en todo momento para actuar con fe en tu gloriosa Persona! ¡Tú eres aquel a quien el Padre llama su Pastor, el Hombre su compañero! ¡Y tú eres para todo tu pueblo el buen Pastor, el Pastor principal, el gran pastor, a quien el Dios de paz resucitó de entre los muertos! ¡Oh! Muéstrate a mi alma en todos los actos de fe, como apacentando tu rebaño, teniendo en cuenta de ellos, conociendo todos sus nombres, yendo delante de ellos, guiándolos, guiando, apacentando, sanándolos, restaurándolos y cuidando, y causándolos. tumbarse en verdes pastos. ¡Si señor! tú mismo eres el alimento de sus almas, y su porción para siempre.

Y mientras, por tu bendito Espíritu, me capacitas para mantener una vista viva de tu Persona y actuar con fe también en tus oficios, ayúdame, Señor, a mejorar esos actos de fe manteniendo constante comunión y compañerismo contigo. ¡Precioso Jesús! mientras tú vienes para bendecirme, ayúdame a ver tu venida, y a estar continuamente saliendo para encontrarte: Señor, ayúdame a seguir adelante en pos de un mayor conocimiento de ti, una mayor mejora de ti y un mayor disfrute de ti.

Y ¡oh! que tu amor, tu gracia, tu ternura, tu compasión y la infinita preciosidad de tu salvación sean mi gozo diario, cada hora, y el alimento de mi alma; y que el himno de mi corazón sea como este de la iglesia: da Oye, Pastor de Israel, tú que habitas entre querubines, haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.

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