Estos son alientos divinos, y hablan el idioma de un pecador verdaderamente despierto, regenerado y perdonado. Estos gritos convienen a la iglesia y a todos los miembros de la iglesia. Se componen de tres bendiciones principales, muchas más que se incluyen en ellas: la eliminación total de todo disgusto; la luz del rostro divino; y gozo en el Espíritu Santo. Lector, espero que sepas algo de esos ruegos: forman los más ricos goces del alma, cuando se hacen con referencia a Cristo. ¡Oh! es una bendición entrar en las jubilaciones, por así decirlo, de Dios; y allí para suplicarle sus promesas, en Jesús, y señalar, por fe, la sangre de su amado Hijo.

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