REFLEXIONES

¡Granizo! ¡Tú, grande, glorioso Santo, que eres la verdadera Zorobabel de tu Iglesia y de tu pueblo! Ciertamente, en ti, Señor, y en tu fortaleza, todo monte será abatido, y el estrecho torcido, y lo áspero llano. Tú, bendito Jesús, eres la piedra pequeña, cortada sin manos. Pero, por tu propia soberanía y poder, has roto en pedazos todo imperio que se opuso a tu camino, y tú mismo te has convertido en una gran montaña, y estás llenando y llenará la tierra.

¡Oh! Señor, da gracia tanto al que escribe como al que lee, para que tenga en cuenta nuestra nada y tu total suficiencia. A ti solo, que ambos estemos continuamente mirando, convencidos de que nada se hace, o que nada se puede hacer con nuestras fuerzas o con nuestro poder, sino por el Espíritu del Señor. Y tú, bendito Señor, reina de tal manera en nosotros y sobre nosotros, y guía y dirige por todos, para que al fin la piedra de la cabeza sea traída con gritos, clamor de gracia, gracia a ella. Aún así. Amén.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad