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cuando también se tenga miedo de la altura y haya horrores en el camino; cuando florezca el almendro, la langosta se arrastre pesadamente y se pierda el deseo. Es que el hombre se va a su morada eterna, y los que hacen duelo rondan alrededor de la plaza.
             
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Acuérdate de él antes que se rompa el cordón de plata y se destroce el tazón de oro; antes que el cántaro se quiebre junto al manantial, y la rueda se rompa sobre el pozo.
             
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Es que el polvo vuelve a la tierra, como era; y el espíritu vuelve a Dios, quien lo dio.
             
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“Vanidad de vanidades”, dijo el Predicador; “todo es vanidad”. 
             
            
    
    
    
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