E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

Una acusación temible y justa de los que están a la izquierda del Rey: En lugar del "Bienaventurado" que esperaban un "Maldito", en lugar del "Venid" un "Apartaos de mí". Varios puntos muy importantes: Él hace no digan: Malditos de mi Padre, porque ellos han traído sobre sí mismos la maldición. El fuego eterno no fue preparado para ellos, sino realmente solo para el diablo y sus ángeles. Y este fuego no fue preparado desde el principio del mundo, Dios no tuvo ningún consejo según el cual quiso la condenación de ningún hombre.

No tienen a nadie a quien culpar sino a ellos mismos, esta justa sentencia no los golpea por culpa de nadie más que de ellos mismos. Por el mismo método de evaluación de los valores que Cristo usó en el caso de los justos, han sido pesados ​​y encontrados deficientes. No han pasado su vida en la actividad de las buenas obras que brotan del amor de Cristo. Es posible que se hayan gloriado en hechos que se consideran grandes a la vista de los hombres, y que suelen recibir noticias de primera plana en los diarios.

Pero en las obras peculiares de la verdadera caridad, en las pequeñas obras de servicio del día a día, en esa vida de bondad que es el flujo natural de un corazón lleno de fe y amor hacia Cristo, han sido del todo deficientes. Por tanto, todas sus obras, incluso aquellas de las que se enorgullecían, eran malas, ya que no eran de fe. ¿Y quién puede imaginarse el terror de los hipócritas entre los cristianos, "que tenían apariencia de piedad, pero negaron la eficacia de ella, cuando en el Día Postrero les sea imputada su falta de misericordia! Cierto, si Cristo apareciera en persona en la tierra, con un agente de prensa y un gerente adecuados, indudablemente el mundo estaría lo suficientemente dispuesto a cenar con Él y festejarlo.

Pero ese no es el servicio que Él está buscando. Lo que se hace a uno de estos, sus hermanos más pequeños, con amor sencillo, que fluye como un arroyo puro, de un corazón lleno de fe en Él, eso se registra como hecho a Él. En cuanto a los injustos, su destino está sellado: el castigo eterno es su suerte, mientras que los justos, los justificados por su fe en el Redentor, irán a la vida eterna.

Los primeros, por su propia culpa, han perdido la felicidad del amor de Cristo y la gloria eterna; los últimos, por el amor y la misericordia de Jesús, que se han hecho suyos por la fe, heredarán los gozos de la bendición eterna.

Resumen. Para enfatizar la necesidad de vigilancia y fidelidad, Jesús narra las parábolas de las diez vírgenes y de los talentos, y da una descripción detallada del Juicio Final.

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