• 2 Pedro 2:11

    mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y poder, no pronuncian juicio de maldición contra ellos delante del Señor.

  • 2 Pedro 2:12

    Pero estos, maldiciendo lo que no entienden, como animales irracionales que por naturaleza han sido creados para presa y destrucción, también perecerán en su perdición.

  • 2 Pedro 2:13

    Recibirán injusticia como pago de la injusticia porque consideran delicia el gozar en pleno día de placeres sensuales. Estos son manchas y suciedad que, mientras comen con ustedes, se deleitan en sus engaños.

  • 2 Pedro 2:14

    Tienen los ojos llenos de adulterio y son insaciables para el pecado. Seducen a las almas inconstantes. Tienen el corazón ejercitado para la avaricia. Son hijos de maldición.

  • 2 Pedro 2:15

    Abandonando el camino recto se extraviaron al seguir el camino de Balaam hijo de Beor, quien amó el pago de la injusticia

  • 2 Pedro 2:16

    y fue reprendido por su iniquidad. ¡Una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, frenó la locura del profeta!

  • 2 Pedro 2:17

    Son fuentes sin agua y nubes arrastradas por la tempestad. Para ellos se ha guardado la profunda oscuridad de las tinieblas.

  • 2 Pedro 2:18

    Porque, hablando arrogantes palabras de vanidad, seducen con las pasiones sensuales de la carne a los que a duras penas se habían escapado de los que viven en el error.

  • 2 Pedro 2:19

    Les prometen libertad, cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción; puesto que cada cual es hecho esclavo de lo que le ha vencido.

  • 2 Pedro 2:20

    Porque si los que se han escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo se enredan de nuevo en ellas y son vencidos, el último estado les viene a ser peor que el primero.

  • 2 Pedro 2:21

    Pues mejor les habría sido no haber conocido el camino de justicia que, después de conocerlo, volver atrás del santo mandamiento que les fue dado.

  • 2 Pedro 2:22

    A ellos les ha ocurrido lo del acertado proverbio: El perro se volvió a su propio vómito; y “la puerca lavada, a revolcarse en el cieno”.

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