- 
                
                
¡Qué bella eres, oh amada mía! Eres como Tirsa, atractiva como Jerusalén e imponente como ejércitos abanderados.
             
                    - 
                
                
Aparta de mí tus ojos, porque ellos me doblegan. Tu cabello es como manada de cabras que se deslizan por las laderas de Galaad.
             
                    - 
                
                
Tus dientes son como rebaños de ovejas que suben del lavadero: que todas tienen mellizos, y ninguna hay sin cría.
             
            
    
    
    
            Continúa después de la publicidad