Y los días que reinó David sobre Israel fueron cuarenta años: siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalén.

Los días que David reinó sobre Israel fueron cuarenta años ... La suya fue una historia noble, maravillosa y humillante. Fue un hombre bueno, aunque su vida se vio deformada por varios delitos de carácter muy grave. Pero había muchos rasgos brillantes y nobles en su carácter. Fue un ferviente amante de la ley divina, su reinado se caracterizó por muchos servicios importantes que contribuyeron a la gloria de Dios y a la exaltación de su reino, y su nombre, como el dulce salmista de Israel, se mantendrá en honor hasta la última época de la Iglesia.

Pero como rey de Israel, con todas sus grandes cualidades, no llegó a elevar su reino a la posición influyente que se le asignó en la educación moral y religiosa del mundo. Se había establecido que en la nación hebrea, y por medio de ella, serían bendecidas todas las familias de la tierra; y cuando David hubo sometido su territorio hasta los límites pactados, debió con esta perspectiva, y en cumplimiento de lo que él sabía que era la intención divina respecto a la vocación nacional de Israel, haberse aplicado a consolidar sus conquistas.

Estas diversas razas, en lugar de formarse en un pueblo compacto, estaban simplemente atadas y unidas por una lealtad común, como las tribus ampliamente dispersas de los grandes reinos: imperios de Oriente. Y en lugar de reunirse en algún punto central, donde podrían haberse reunido todos en el nombre de su Señor común, los súbditos de su vasto dominio se vieron obligados a mirar a Jerusalén, que estaba muy lejos de muchos de ellos, como el centro metropolitano de su gobierno y culto. Pues David seguía manteniendo su propósito de que ésta fuera la ciudad principal de su territorio.

Era central y muy adecuada para su propósito cuando el reino estaba comprendido dentro de sus antiguos límites; pero ahora había muchos sitios más al norte que eran mucho más elegibles para la construcción de su capital, adonde las tribus podrían haber "subido" desde todos los lados de la tierra consagrada, "para el testimonio de Israel", y cuya selección podría haber evitado las celosas enemistades por las que el reino se partió en dos posteriormente" (Drew's 'Scripture Lands', p. 146).

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