Entonces se ciñeron de cilicio y se pusieron sogas en la cabeza, y vinieron al rey de Israel y le dijeron: Tu siervo Ben-Haad dice: Te ruego que me dejes vivir. Y él dijo: ¿Aún vive? Es mi hermano.

Se ciñeron el saco en sus lomos, y se pusieron cuerdas en la cabeza, y vinieron al rey de Israel. Se consideraba un acto de profunda humildad y sumisión que un enemigo vencido se acercara al conquistador con una espada suspendida del cuello. Un ejemplo moderno, que ocurrió en el asalto a Bagdad por los turcos, en 1638, se relata en los "Viajes" de Thevenot, Parte 1:, p. 289. En el caso de un ejército derrotado, o un remanente de un ejército, habiendo resuelto pedir cuartel, el general derrotado buscó una entrevista con el visir o primer ministro, por quien fue presentado al rey, y en señal de que se arrojaba él y sus soldados restantes a la clemencia del vencedor, apareció con un pañuelo negro y grueso alrededor de su cuello, una insignia de luto, y una espada sujeta a él por la empuñadura.

Las cuerdas usadas por Ben-Hadad y sus compañeros en la desgracia fueron probablemente adoptadas a falta de bufandas, o como muestras extraordinarias de aflicción. "En sus cabezas" х bªraa'sheeyhem ( H7218 ). Así la Septuaginta, epi tas kefalas autoon]. La versión árabe tiene 'cuellos', y esto se ajusta a la costumbre oriental. Los cautivos eran arrastrados con cuerdas alrededor de sus cuellos, atados juntos en grupos o en una línea, pasando el lazo de la cuerda alrededor de cada cuello, y sus manos atadas a la espalda, como está representado en los monumentos de Egipto, también en el Esculturas persas en Behistun.

'Toda esta conducta', dice Sir John Malcolm ('Historia de Persia'), 'es una forma de pedir clemencia a los más humildes, y es considerada por los hombres orgullosos y bárbaros como la más ignominiosa. Significa que me acerco a ti como un criminal y me obligo a someterme a los términos que puedas imponer.

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