Y Micaías dijo: Vive Jehová, que lo que Jehová me dijere, eso hablaré.

Lo que el Señor me diga, eso hablaré. En el camino, el mensajero que lo condujo a la presencia real, le informó del tenor de las profecías ya dadas, y le recomendó que se pusiera de acuerdo con el resto; sin duda, por los bondadosos motivos de verlo liberado de la prisión. Pero Micaías, inflexiblemente fiel a su misión divina de profeta, anunció su propósito de proclamar honestamente todo lo que Dios le ordenara.

Al ser preguntado por el rey: "¿Iremos contra Ramot de Galaad, o nos abstendremos?", el profeta dio precisamente la misma respuesta que los oráculos anteriores que habían sido consultados; pero debió ser dada en un tono sarcástico, y en burla irónica de su manera de hablar. Al ser instado solemnemente a dar una respuesta seria y veraz, Micaías declaró entonces la escena visionaria que el Espíritu le había revelado: "Vi a todo Israel disperso por las colinas, como ovejas que no tienen pastor".

El significado de esto era que el ejército de Israel sería derrotado y dispersado, que Acab caería en la batalla, y que el pueblo regresaría sin ser perseguido ni destruido por el enemigo.

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