Y abandonaron la casa de Jehová, el Dios de sus padres, y sirvieron a las arboledas y a los ídolos; y vino la ira sobre Judá y Jerusalén por esta prevaricación de ellos.

La ira vino sobre Judá y Jerusalén. La mención particular de Jerusalén como implicada en el pecado, implica que el abandono del templo y la consiguiente idolatría recibieron no sólo la tolerancia del rey, sino su sanción; y naturalmente se plantea la pregunta de cómo, a su edad madura, puede explicarse un abandono tan total de un lugar con el que todos sus primeros recuerdos estaban asociados. Se ha sugerido que lo que había presenciado de la conducta de muchos de los sacerdotes en la ejecución descuidada del culto, y especialmente su falta de voluntad para recoger el dinero, así como aplicar una parte de sus ingresos para las reparaciones del templo, le había alienado y disgustado (Leclerc).

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