Por tanto, la ira de Jehová ha venido sobre Judá y Jerusalén, y los ha entregado en angustia, en espanto y en escarnio, como veis con vuestros ojos.

Por lo cual la ira del Señor vino sobre Judá y Jerusalén. Este piadoso rey tuvo el discernimiento de atribuir todas las calamidades nacionales que habían acaecido en el reino a la verdadera causa, a saber, la apostasía de Dios. El país había sido devastado por sucesivas guerras de invasión, y sus recursos se habían agotado; muchas familias lloraban a los miembros de su hogar que aún sufrían las miserias del cautiverio extranjero; toda su antigua prosperidad y gloria habían huido, y ¿a qué era este doloroso y humillante estado? de asuntos a ser rastreados, sino el juicio manifiesto de Dios sobre el reino por sus pecados?

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